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26 de julio de 2011

Amy y José




Se atribuye a James Dean la frase “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. Jamás estuve de acuerdo con su sentencia, ni tan siquiera cuando, por edad, veinticuatro horas me parecían un periodo de tiempo demasiado largo y vivir era sinónimo de calzarse las botas de siete leguas y pretender llegar muy lejos.
Para las cosas del morir, siempre he preferido ir despacio o, si se prefiere, disfruto tanto viviendo que me he cuidado mucho de exponer mi cuerpo y mi mente a conductas arriesgadas. No me refiero solamente a las drogas (e incluyo el alcohol en este apartado), sino a cualquier actividad temeraria que ponga en riesgo lo más preciado que cada uno tiene: su propia existencia. Y dentro de este cajón englobo a las personas que alimentan la imprudencia, bien sacando partido de ello, o bien asistiendo como meros espectadores.
Me pregunto estos días qué empujó a algunos a colgar en la red el vídeo del último concierto de Amy Winehouse, es decir, el que ofreció en Belgrado el pasado mes de junio. No lo he visto porque no he querido, pero ha sido tan comentado por todo tipo de prensa, que me hago una idea del declive que lució aquel día la cantante ante miles de fans.
También me pregunto si, asistiendo a determinados espectáculos, lo que la gente busca en realidad es toparse con la degradación de quien actúa, con su muerte en directo, con ese cadáver “bonito” que, encima, es mentira, pues la juventud, cuando muere en determinadas circunstancias, lleva muchos años marchitándose.
Y una última pregunta: quienes pagan dos y tres mil euros por una entrada para ver torear a José Tomás, ¿acaso no están apostando a la ruleta rusa del diestro? Su cogida de estos días también está siendo muy cliqueada en Internet y me han dicho que el caché del matador ha subido más todavía.
Hagan juego, suene la caja registradora y disfruten, que estamos locos.

20 de julio de 2011

Pecados capitales: la ira


Si existe una imperfección extravagante es esta de la ira. Creo que, de los siete pecados capitales, es el único que posee efectos claramente contagiosos, porque el acto producido en un momento furibundo y violento, muchas veces provoca la cólera de los demás. Por ejemplo, si alguien lleno de rabia asesta un golpe a un semejante y lo mata, casi de inmediato hace que broten sentimientos de ira en otros sujetos que, curiosamente, no dudarían en aplicarle al agresor su misma medicina, como antaño pasaba en los territorios de Lynch. Raro es quien no haya experimentado alguna vez esa emoción y extraña es también la persona que, paralelamente a su furia, no la censure en los demás. Por eso veo la ira como si fuera una rueda que gira sobre su eje continuamente: hoy puedes ser objeto del furor ajeno, mañana puedes ser tú quien se encolerice.
La guerra incivil que padeció España hace setenta y cinco años sembró el país de ataques y agresiones no siempre provenientes de las tropas enfrentadas. Las salvajadas que sufrió mucha gente las causó el fanático impulso de “dar su merecido” a quienes eran considerados simpatizantes o representantes de alguna otra barbaridad. Llegada la victoria, siguió aplicándose la saña del bando ganador y creciendo de puertas adentro la ira de quienes perdieron la contienda, en una retroalimentación que ha llegado hasta nuestros días, a pesar de que la mayoría de los españoles nada tenemos que ver con aquello.
Ayer, camino de casa, pasé delante de un muro donde aún permanecen las huellas de los proyectiles usados durante esa conflagración y vino a mí la imagen de ciertas calles de Berlín donde el paso del tiempo todavía no ha borrado las señales del horror. Pensé también en Iraq, el 11-S, Ruanda, Afganistán, la otrora Yugoslavia, Ucrania y un larguísimo etcétera confeccionado de odios, rencores y, sobre todo, mucha ira.
¿Nos bajamos de la rueda?

1 de julio de 2011

Ascot y Toledo


La hípica es a Ascot lo que el Corpus a Toledo. Nada define a ambos lugares como las celebraciones de tales eventos, cuya fama, además, ha traspasado fronteras. Son días grandes en que las cosas deben salir como se espera, es decir, perfectas.
En Ascot, las damas lucen pamelas y sombreros asombrosos, en una peculiar competición de originalidad no exenta de exageración. Los caballeros, por su parte, suelen acudir ataviados con chistera.
Parece, pues, que lo de cubrirse la cabeza tiene su importancia y marca estilo, solo que, si bien en el kingdom de Isabel II se hace por esa especie de tradición juguetona a la que nos tienen acostumbrados los ingleses, en Toledo, a más de cuarenta grados centígrados al sol, es cuestión de supervivencia.
Desde aquí me gustaría animar a los sombrereros ingleses a que fabricaran tocados inspirándose en los que llevaban los sufridos espectadores de la procesión del Corpus el pasado 23 de junio. Les apuesto algo a que no faltaría la celebrity de turno que se colocara alguno, siempre que el precio fuera lo suficientemente alto y pudiera luego subastarse en eBay.

Orgullo


Plaza de Zocodover, Toledo, 23 de junio de 2011
Cada uno engalana sus ventanas o balcones con lo mejor que tiene.

30 de junio de 2011

Ελληνική Δημοκρατία


"Mientras que los teucros guardaban de este modo su campo, de los aqueos habíase enseñoreado la ingente Fuga, compañera inseparable del glaciar Terror, y hasta los más valientes estaban agobiados por angustiosísimo pesar".
 (Homero . La Iliada, canto IX)

Toda mi solidaridad con el pueblo griego.

Verano


Me gusta el verano por muchas cosas: 
Por el aroma a limpio del amanecer.
Por la luz ambarina de la tarde.
Por ese olor dulzón, a higos maduros, cuando llega la noche.
Por el sonido de los grillos.
Porque el tiempo se detiene .... 

NOTA: La foto es de un heladero, en la isla Büyükada (Turquía), muy cerca de la calle donde se alojó Trostky en alguna etapa de su duro exilio.

29 de junio de 2011

Residuos



No recuerdo la primera vez que en casa asumimos la posibilidad de deshacernos de un envase de cristal, sin necesidad de entregarlo en la tienda. Supongo que, a nivel general, aquello fue recibido como un avance moderno, liberándose a la gente de acudir con sus tarritos de yogur o botellines de cerveza tintineando en la bolsa, para comprar tantas unidades como cascos se llevaba encima.
Tras el cristal apareció el plástico, el bote de aluminio, los poliestirenos del tetra brik y todo lo que usted sabe ya, porque lo utiliza. Como acabo de decir, no recuerdo exactamente cuándo empezó todo, pero soy consciente de haber participado durante casi toda mi vida en el ensuciamiento del planeta.
Ahora, cuando las cosas han llegado a unos límites alarmantes, los poderes públicos nos instan a reutilizar y reciclar. Desde hace tiempo, nos resultan familiares los cubos de basura diferenciados en función del material de nuestros residuos, pero no todo el mundo los usa de manera adecuada. Por eso, ayuntamientos como el de Pamplona han puesto en marcha el canje de latas y botellas de plástico por entradas de cine. La iniciativa me parece espléndida, pues, a la par de hacer pedagogía acerca de la necesidad de separar en origen los desechos, fomentamos una forma de ocio sencilla, barata, sosegada y, si además la película es buena, enriquecedora y artística. Parece que el experimento está dando resultado, pues desde enero de este año se han recogido casi un millón de envases (para quienes no conozcan Pamplona, se trata de una ciudad de doscientos mil habitantes, aproximadamente).
En otros lugares del mundo se lleva a cabo algo parecido, pero reembolsando el dinero de la tasa que la gente pagó al comprar el producto cuyo recipiente devuelve. Por eso me sorprende que en municipios como el mío se optara por inspeccionar las bolsas de basura y multar al vecindario si alguien osaba a mezclar raspas de sardinas con un tarro de mayonesa. Como la medida se declaró ilegal (a mi juicio, afortunadamente), pescado y botes siguen yaciendo juntos más veces de las que serían recomendables, con gran perjuicio para el medio ambiente.
¿Para cuándo medidas que fomenten de verdad el reciclaje? Si bien es verdad que todos somos responsables del estado de la Tierra, quienes poseen la capacidad de gestionar, administrar y decidir deben promover entre la ciudadanía actitudes responsables, facilitando el hacerlo y, si es preciso, incentivándolo. ¿O acaso, por idénticos fines ecológicos, no se está impulsando la renovación de los electrodomésticos, bombillas y ventanas? Creo que, mientras se expande el ejemplo de otras ciudades y los de arriba deciden si incentivar o no, bastaría con que se llevara a la práctica algo muy sencillo: incrementar el número de contenedores para cristal y papel, dotando de ellos a cada comunidad de vecinos. En la actualidad y en Madrid, solo contamos con el de restos orgánicos y el famoso amarillo, por lo que, desprenderse de periódicos atrasados, cajas de cartón o tarros de mermelada, a veces conlleva ir cargado hasta dos o tres manzanas... y no todo el mundo es joven, ágil o sano. Asimismo y respecto a los lugares donde la basura se tira a contenedores grandes, de los que están en la calle y son comunes a varios edificios, sería harto recomendable que, al lado de ellos, hubiera también receptáculos para papel y vidrio, por las mismas razones.
Es decir, si no se opta por la recompensa o compensación, al menos abastézcase a la población de elementos, recursos y dispositivos suficientes para que separar los residuos no se conciba como un castigo divino.

Para saber más acerca de lo de Pamplona,
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/lata/invita/cine/elpepusoc/20110627elpepusoc_2/Tes

24 de junio de 2011

Pecados capitales: la soberbia y sus parientes

 
Quisiera ser tan alta como la luna, ¡ay, ay!
(Canción popular española)

Desear quedar siempre por encima de todo y de todos, aparte de inútil, debe de dañar profundamente el ánimo. En este sentido, supongo que la persona soberbia verá frustrada sus aspiraciones en muchísimas ocasiones, porque, no nos engañemos, la mayoría de las cosas van a su aire y cuantos nos rodean son libres para pensar y actuar como quieran (o puedan). Nadie es superior a nadie.
El soberbio suele jactarse de ser inconformista y rebelde pero, cuando el destino le da una vara de mando (aunque sea la muy común de criar a sus hijos), se muestra rígido e imperativo, con no pocas dosis de intolerancia. Así pues, no le faltan ocasiones para andar malhumorado y estallar en cólera por la cuestión más nimia, aun a costa de hacer el ridículo.
Son, en fin, tiranos y tiranillos. Algunos protagonizan los acontecimientos y páginas más execrables de la Historia, a otros les basta con ser responsables del profundo malestar de sus empleados, familiares, compañeros o amores. En cualquier caso, todos son la pesadilla de alguien.








13 de junio de 2011

Universos paralelos


Los cosmólogos nos han familiarizado con la idea de que, más allá del universo que observamos, existen otros, algunos igual al nuestro y otros muy distintos, prácticamente inimaginables, en los que las leyes físicas difieren de las de aquí.
Me impresiona pensar que, a miles de años luz, puede que exista una Amparo que, en este preciso momento, teclee un ordenador y escriba palabras como las mías. Esta impresión se acrecienta si pienso que, más lejos aún, haya otra Amparo empezando a vivir lo que yo ya he vivido hasta ahora. Las posibilidades son inabarcables y la imaginación se me desboca. Parece que, para acceder a esos mundos, se necesita una puerta, elemento en el que investigan algunos científicos y que ya me gustaría a mí tenerla hoy, para trasladarme por el multiverso y recoger, en algún lugar de la energía flotante, los libros que perdí ayer.

22 de mayo de 2011

Sol






“En los exámenes, respondan con preguntas”
(Muros de la Sorbona – Mayo francés)

Los biempensantes, sean del color que sean, indagan estos días la ideología que albergan las más de veinticinco mil personas acampadas en la Puerta del Sol. Parece que todo tiene que estar clasificado, ordenado según las normas ISO y, por supuesto, pasado por el tamiz de quienes viven de hablar por hablar, ya sea en los medios de comunicación, ya sea en sus poltronas. Se diría que todo aquello que es diferente nos deja intranquilos, porque nuestras hamburguesadas mentes son incapaces de concebir otra cosa que no sea el pensamiento único, aunque se nos pinte con siglas distintas.
El pasado Jueves Santo, durante la sobremesa de una comida con amigos, un famoso y popular actor español (por eso omito aquí su nombre, no vaya a ser que, encima lo perjudique) dio en la diana de lo que está pasando desde hace años: “el futuro del mundo es una dictadura, no como las que han sido hasta ahora, sino mucho más sofisticada; por eso van prohibiendo y asfixiando paulatinamente, para ver hasta dónde aguantamos; y el caso - proseguía ese actor- es que lo aguantamos todo”.
Por eso hay que indignarse y responder con preguntas.



18 de mayo de 2011

Pecados capitales: Lujuria, gula y algo más



Cuando era niña, asociaba lujuria a lujo, sin duda por la similitud fonética de ambas palabras. Además, en mi mentalidad infantil todo cuadraba, pues qué peor cosa para los cristianos que arrojarse a los pies (o patas) del becerro de oro, vender el alma por la opulencia y pensar que todo está al alcance de la chequera. Era lógico, por tanto, que el ansia sin medida de pompa y oropel se castigara y se elevara a la categoría de pecado capital.
Pasó el tiempo y, aunque pude desligar los conceptos que encierran tales vocablos, reconozco que he seguido percibiendo obscenidad en ciertas exhibiciones relumbronas. Si la lujuria trae de la mano la impudicia, la sordidez y la indecencia, impúdico, sórdido e indecente es también que el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Strauss-Kahn, se aloje en habitaciones de hotel que cuestan tres mil dólares la noche, cuando desde el organismo que representa llevan varios años recomendando recortes del gasto público, rebaja de salarios, amortización de empleo y mano dura con los países derrochadores. Nuevamente la vida, que es tan obstinada, me ha servido lujuria y lujo en el mismo envoltorio
La prensa habla de las andanzas libidinosas de este hombre, del presunto delito por el que fue detenido hace unos días, de su amor al boato y la ostentación..., pero casi nadie se cuestiona el hecho de que individuos así ocupen cargos como el suyo.
El próximo domingo, en España, habrá elecciones municipales y autonómicas. Circulan por ahí los nombres de más de cien candidatos con causas judiciales pendientes. Son de casi todos los partidos que cuentan con representación en las diversas administraciones del Estado. Dejando a salvo la presunción de inocencia, de la que siempre he sido una firme y tenaz defensora, lo que sí está claro es lo poco que importa, para medrar en política, que los otrora llamados próceres hagan caso omiso de lo que exigen al resto de la ciudadanía.
La ambición de darse todos los caprichos pasa por codiciar cuerpos, trajes, mansiones, drogas, amistades y un sinfín de cosas más, por saciar un hambre que les nubla la conciencia hasta el punto de no importarles más que ellos mismos. Se ven tan poderosos que no se imaginan reventando como lo haría un vulgar neumático al pasar por una calzada llena de cristales. Como el niño glotón que trata de esconder las migas de un bizcocho que se acaba de zampar, así aparecen estos personajes ante nuestras narices.
Efectivamente, es lujo-lujuria, pero también gula. ¿Vamos a dejarnos comer?


3 de mayo de 2011

Confucio in USA


Tras el espanto del 11-S, el por entonces presidente de los Estados Unidos lanzó un “wanted, dead or alive” que se cumplió ayer, diez años más tarde y bajo el gobierno de un mandatario distinto, supuestamente opuesto al anterior. Por televisión sacaron la algarabía de muchos norteamericanos que celebraban la muerte del alma mater de los atentados de Nueva York, Bali, Casablanca, Londres o Madrid. Mostraban su orgullo por pertenecer a una nación que, desde su origen, no ha temblado a la hora de aplicar su ley y su orden. A uno y otro lado del Atlántico, los políticos empezaron a declarar, con una sola voz, que el mundo era, ahora, un lugar más seguro. Simultáneamente a esto, aumentaron el nivel de alarma y reforzaron las medidas de seguridad en varios países, pues sin duda comparten lo que hace más de dos mil años dijo Confucio: “Antes de iniciar un viaje de venganza, es mejor que caves dos tumbas”.


28 de abril de 2011

Pecados capitales: La envidia


“La envidia es mil veces más terrible que el hambre,
porque es hambre espiritual”
(Miguel de Unamuno)

Recuerdo que, a los pocos meses de acabar la carrera, una compañera me confesó que siempre me había tenido mucha envidia. Me explicó sus razones y comprendí que no hablaba en sentido figurado. La noticia me sorprendió, pues hasta entonces no había considerado la posibilidad de que alguien pudiese codiciar algo mío y menos que lo ansiado fuera la imagen que ella percibía de mí, imaginándome libre y etérea como el aire, como si yo no tuviera problemas.
Esta anécdota me sirvió para darme cuenta de que, la mayoría de las veces,  alguien siente envidia por la interpretación que hace de las cosas, no por esas cosas en sí mismas. Al envidiar, por ejemplo, la popularidad de alguien, nos da por pensar que a ese o a esa los consideran mejores que a nosotros, cuando lo cierto es que seguramente seamos igual de queridos y respetados. Sin embargo, gastamos la energía en amargarnos, agrandando el resquemor y la oscuridad de nuestros pensamientos.
Dicen que el pecado nacional de los españoles es la envidia, que nos volvemos verdes cuando al vecino le toca un premio o a nuestro compañero le dedican un halago. Será por eso, es decir, porque se trata de algo generalizado, por lo que hemos llegado incluso a ser indulgentes con los envidiosos, responsabilizando muchas veces de su defecto a quienes son objeto de sus dardos. Seguro que a usted le han dicho alguna vez algo parecido a esto: “lo tuyo es suerte”, “qué feliz eres, con la que está cayendo”, “ya sabes cómo es, procura no ir por delante”, “conociéndolo, tenías que haber cedido tú”, etc.
Los hay, incluso, que se ufanan proclamando que sienten “sana envidia” por esto o por aquello, como si la pelusilla que padecen pudiera ser benéfica. No nos engañemos, la envidia nunca es sana, porque no incita a mejorar ni a superar los obstáculos, sino que se convierte en odio y en desearle todo lo peor a la persona envidiada, a ridiculizarla y, en casos extremos, a acosarla o maltratarla.
La envidia son celos, es inseguridad, incapacidad de disfrutar con lo que se tiene y, en definitiva, un trastorno del alma. Compadezcamos a los envidiosos, porque seguro que sufren, pero guardémonos de ellos, porque pueden hacernos la vida imposible.

14 de abril de 2011

La república de los pantalones


 14 de abril. 

Dürrenmatt y el Coliseo


Siempre ha habido mecenas y promotores que ponen su dinero para que una empresa artística, cultural o deportiva salga adelante y no se extinga. En el pasado y en el mejor de los casos, se colocaba una placa o un busto en su honor, para que las generaciones venideras pudieran saber quién fue el prócer que contribuyó con su patrimonio a tan grandiosa tarea. Otras muchas veces ese benefactor quedaba en el anonimato.
De un tiempo a esta parte, asistimos a una curiosa variante del género bienhechor o protector. ¿Se han dado cuenta de que muchos teatros llevan el nombre de una marca comercial? Me refiero a locales señeros, con casi un siglo de antigüedad, que han contribuido a la historia de su ciudad. Por ejemplo y sin salir de Madrid, el Calderón se llama como unos helados y el Rialto como una compañía telefónica. No me imagino a las musas dándole a la stracciatella ni mandando mensajes a móviles, así que siempre me pareció que sobraban esos apellidos comerciales. Discúlpenme, pero aún soy romántica.
De los equipos de baloncesto o balonmano, mejor no hablamos, porque a los nombres que conocemos desde niños les han salido unos apéndices que los emparentan con jabones, cementos, bancos, lácteos y mil cosas más. Y no estoy hablando en sentido figurado, porque habrán oído alguna vez lo de Jabones Pardo-Fuenlabrada, Metrovacesa-DKV Joventut o CAI Zaragoza.
Ahora bien, el premio al mecenas más interesado se lo lleva la firma Tod´s, que, a cambio de poner dinero para unas obras que van a realizarse en el Coliseo de Roma y con las bendiciones de Berlusconi, podrá gestionar la explotación turística de ese monumento (patrimonio de la Humanidad), sembrarlo de publicidad propia, poner un córner para vender sus zapatos y accesorios y estampar su firma en los tickets de entrada. ¿Hay quien dé menos por más?
El viejo aforismo “lo que no está prohibido está permitido”, a base de aplicarse a todo tipo de cosas, de naturaleza variada y con fines diversos, se aleja cada vez más del soplo de libertad que en su día lo inspiró y, aunque algunas de esas cosas no sean en sí mismas ilegales, pisan el campo de lo feo. En “La avería”, Friedrich Dürrenmatt  disecciona esta idea a través de unos personajes que, ya jubilados, juegan a hacer la justicia que en su momento no pudieron hacer. Me pregunto cómo encauzarían el caso Tod’s-Coliseo, donde ética y estética no salen bien paradas. 

8 de abril de 2011

Cuestión de tiempo



Los griegos idearon al dios Chronos como el dueño de los días, los meses, los años, las etapas, las edades.... Se trataba de una deidad creada a sí misma, lo que nos avisa de su poderosa naturaleza, de su indómita razón, de su superioridad en suma. Por eso se permitía vagar alrededor de todas las cosas, envolverlo todo. Se diría que, hagamos lo que hagamos, el tiempo siempre está allí, inexorable e imperturbable.
Será por eso que el cambio de horario primaveral me sienta tal mal. Por más que se empeñen las autoridades y cambie las manecillas del reloj a la hora indicada, mi mente y mis entrañas se aferran al camino que le señala Chronos. Cuando me levanto, no son las 6:45, por más que me engañe. En realidad son las 4:45, porque vivimos con dos horas de adelanto en relación con el Sol. Comprendrán que me sienta gallina que se pregunta por qué este baile absurdo de cambiar las horas dos veces al año. En esta Yenka particular que nos imponen desde hace varias décadas y que se justifica por la necesidad de gastar menos energía, me pregunto cada mañana qué clase de ahorro de es este, cuando lo primero que hago es encender las luces de mi casa, para alumbrarme y no llevarme por delante la esquina de la cama o el canto de una puerta, por ejemplo.
Sé que el tiempo se concibe como una convención más; son las siete o las diez porque todos estamos de acuerdo en que así sea. Es la victoria pírrica de los mortales: jugar a cambiar la apariencia de las cosas. Por eso no me extrañaría que, en unos años, decretaran que debemos contar el tiempo al revés, so pretexto de eficiencia laboral o aprovechamiento de los recursos.
Hagamos lo que hagamos, ese dios firme e impasible, señor de las horas, que nos lleva la cuenta exacta de los minutos vividos, nos seguirá acompañando invisible cada día y nos recordará que a él no lo creó nadie y, por lo tanto, nada lo cambia, nadie lo amolda.... ni tan siquiera el meridiano de Greenwich.



31 de marzo de 2011

Bancos y bancos


Hay muchas formas de aprender historia: leyendo, escuchando, visitando lugares, frecuentando museos, etc. Reconozco que las que más me gustan son las dos últimas, porque me permiten interpretar lo que veo, pensar por mí misma y sacar conclusiones, zambulléndome, así, en una de las facetas de la libertad por la que siempre he sentido especial predilección: la libertad de pensamiento.
Paseando por Frankfurt, ciudad que aparece en la foto que ilustra este post, me vino la idea de que las instituciones financieras son las modernas catedrales. Quien haya pasado por delante del Fondo Monetario Europeo sabrá por qué lo digo, pues el edificio y explanada donde se ubica se asemejan a esos santuarios donde acuden los peregrinos a reconciliarse con sus santos, vírgenes y dioses.  En vez de cruz, se levanta ante nuestros ojos el símbolo del euro rodeado de estrellas que, cuando les da el sol, refulgen como la corona de la Inmaculada Concepción. Tras esa "e" gigante, se elevan pisos y más pisos de oficinas, agrupadas en un rascacielos tan esbelto como las agujas de una iglesia. Ese edificio mira al cielo y lo desafía, imponiendo aquí abajo su ley y su orden.
Si nos damos una vuelta por las sedes bancarias erigidas entre finales del siglo XIX y principios del XX,  podremos observar cómo en las fachadas suelen colocar estatuas o bajorrelieves de deidades clásicas. La más común es la de Mercurio, tanto en figura antropomórfica, como a través de sus símbolos. Además, en su interior suele haber tesoros artísticos en forma de lámparas, sillas, mostradores, paneles claramente decó, estilo imperio, Luis XV, chipendale u otros.
Pero no solo se trata de templos, sino también de oficiantes. Tal y como ocurría en el pasado con curas y obispos, hoy nada se mueve o se aquieta si no es con el beneplácito de banqueros y financieros. A ellos se les consulta, cual oráculo, hasta la sucesión de candidato a la presidencia gubernamental. Ellos deciden cuándo y cómo podemos  endeudarnos, cuánto vale nuestra felicidad y en qué índice cotiza la esperanza. Ejercen el verdadero poder terrenal y ante ellos nos confesamos a diario, cada vez que introducimos una tarjeta por la ranura del cajero automático. Lo saben todo de nosotros y, como aún no han inventado el modo de perseguirnos hasta la otra vida, perseguirán a nuestros herederos y los castigarán por las faltas cometidas por quienes les precedimos.
Es la moderna religión, tan alejada de esos bancos de madera en que los prestamistas y cambistas de la Edad Media aguardaban a los mercaderes en día de feria. En la Lonja de Valencia todavía pueden verse esas bancadas primigenias, al igual que las primeras cajas donde guardaban el dinero y otros efectos. De esa actividad mercantil quedan solamente dos palabras: "banco" y "caja de ahorros". El resto ya es historia o, como acabo de decir, religión del trágala y a callar. Yo, respecto a ella, me declaro atea.

29 de marzo de 2011

Cuadernos


Me apuntalaré al espacio / 
que recortan tus cuadernos, / 
te cubriré de espuma perfumada, / 
tañiré los laúdes de la sonrisa, / 
crecerá mi sombra / 
por entre tus cabellos ... / 
y serás como mis ojos, / 
similar a mis venas, / 
carcajada de agua / 
en mi garganta, / 
espasmo jubiloso /  
sobre mi piel.
(A.Q. 1984)

Grullas zen


Hace un año que comencé a escribir estas entradas. Desde entonces han pasado muchas cosas, pero siento como si la tierra hubiese estado quieta, sin tan siquiera girar sobre sí misma. Al fin y al cabo, me azuzan hoy los mismos anhelos que hace doce meses. Será que a partir de cierta edad los cambios resultan imperceptibles.... epur si muove, que dijo Galileo.
Tras la desgracia que se cierne sobre Japón, se ha abierto una ventana de esperanza a través de la iniciativa de las mil grullas. Para quienes aún no sepan de qué se trata, les dejo este enlace donde informarse: http://las1000grullas.wordpress.com/. En el fondo, se trata de un ejercicio de paciencia, un mantra papirofléxico de buenos augurios, un acto de desapego. Cada vez que alguien pliega el papel hasta darle la forma requerida, eleva su voz en silencio, pidiendo clemencia a los dioses con un pueblo nipón tanta veces castigado. 

NOTA: Hoy también mando una grulla a Guerrero Zen del Té Rojo. Espero que se recupere pronto de una delicada operación a la que se sometió ayer.

18 de marzo de 2011

Silicon shield


Hasta ahora sabía que la utilización de prótesis mamarias suele obedecer a fines estéticos, reparadores o de reasignación de género. Es decir, lo he venido ligando al deseo de aumentar o levantar lo que se tiene, reconstruir lo que una enfermedad o accidente se ha llevado, o revelar la verdadera condición sexual. Sin embargo, entre las utilidades de portar grupúsculos de silicona, reconoceré a partir de ahora la de defensa o salvavidas.
Hace unos días escuché que una serpiente venenosa murió tras morder en un pecho a una actriz que jugueteaba con ella e intentaba darle un beso (yo no soy capaz de hacer esto ni por todo el oro del mundo). Las malas lenguas dicen que el animal falleció intoxicado por la silicona; otras lenguas avisan de que el óbito se debió seguramente a la asfixia, al obstruir algún trocito de silicona ciertos conductos del reptil.
Por si esto fuera poco, la empleada de una consulta odontológica de Berbely Hills vio peligrar su existencia cuando el marido de una compañera, a la que ella sustituía en ese momento, irrumpió en la clínica tan cegado por la ira, los celos o la rabia, que apretó el gatillo del rifle que esgrimía antes de percatarse de que aquella señora no era “la suya”. Menos mal que el proyectil quedó alojado en el pegajoso relleno de sus senos artificiales.
Tiempo atrás, los niños de este país se entretenían con unos dibujos animados donde uno de los personajes expulsaba misiles de sus pechos. Como nunca me congracié con la “habilidad” de esa heroína mecánica y me pareció un recurso pobre, chusco y hasta ordinario, opto por quedarme con la función protectora que puede tener un busto, en un momento dado.

17 de marzo de 2011

Aldecoa, Josefina


Adoptó el apellido de su marido y no lo empañó ni comerció con él. Al contrario, lo dotó de luz y cualidades propias, impregnándolo de la naturalidad con la que hablaba de su profesión-pasión: la enseñanza. De esta faceta yo resaltaría lo que la oí decir una vez:  "no queremos (en el colegio que dirigía) que los niños sean los mejores, sino poder sacar lo mejor de cada niño".
¡Cuántos problemas nos evitaríamos si hubiera mucha gente que pensara así!


11 de marzo de 2011

4 de marzo de 2011

A media luz


Quienes hayan brujuleado alguna vez por mi perfil en la red habrán visto que, entre mis preferencias librescas, enumero en primer lugar “El elogio de la Sombra”, de Junichiro Tanizaki. Nos cuenta este autor que, para el gusto estético japonés más ancestral o tradicional, las sombras son lo importante. Captar su misterio y desentrañar sus entresijos forman parte del ideal de belleza en sentido amplio, es decir, el que abarca a seres, lugares, objetos y conceptos.
Para que pueda surgir esa sombra, debemos estar en penumbra, es decir, asentados en esa tenue línea suspendida entre la luz y la oscuridad. Todo un ejercicio de equilibrio, si bien se mira.
No basta lo que vemos, sino lo que entrevemos, sospechamos o imaginamos. Así, envuelta en penumbras, una moneda que se desliza puede volverse un ratón huidizo e incluso podremos confundir el sonido del frigorífico con alguien que hurga en la puerta, en nuestra puerta. Supongo que percibir unas cosas u otras dependerá mucho de nuestros anhelos, emociones o sentimientos más íntimos, así como de la experiencia, pues a mí me resultaría muy difícil proyectar en las sombras todo aquello que desconozco.
Lo que me atrae de todo esto es que cualquier crepúsculo puede convertir la realidad en algo onírico y, por ende, sacar a flote un mundo donde las cosas sucedan porque sí, sin necesidad de buscar razones.
El pasado domingo asistí a la representación de “Penumbra”, de la compañía teatral Animalario. Miré y observé casi sin pestañear, analicé cada palabra de los diálogos, al final aplaudí y más tarde reflexioné, desmenucé y volví a reflexionar... casi igual a como me ocurre cuando despierto de un sueño.

25 de febrero de 2011

Mensajes cifrados



No es necesario pronunciar palabra para decir muchas cosas. Hay personas que van levantando muros con su postura o su actitud. Cerrar la puerta que siempre permaneció entornada, declinar invitaciones, hablar con hueca sonrisa... En definitiva, van retirando la mano que un día tendieron y quizá también, sin pretenderlo, se van quitando la máscara.
Mi principal problema es que, a veces, no termino de enterarme bien de qué narices pasa y, desde mi desinformación, provoco sin querer más y más testimonios mudos de diques distanciadores. El resultado suele ser que, cuando me caigo del guindo, me siento ridícula y tonta, muy tonta.
Por eso pido que, por favor, conmigo utilicen las palabras. Muchas gracias.

23 de febrero de 2011

Flor de pasión


Si pudiera llevarme a una isla desierta  un programa de radio, ese podría ser “Flor de pasión”,  de Juan de Pablos.  Hace tiempo que no lo sintonizo, pues en los últimos cuatro años mis horarios coinciden poco con mis deseos.  A falta de su compañía, me conformo fotografiando flores de la pasión…. Pero no es lo mismo.

Cuestión de elegir


Me pregunto dónde beberán estas plantas cuando tengan sed: ¿en el lavabo o en el bidé? Vaso ya les han puesto...

23-F



Durante la Edad Media, Guillermo de Ockham sentó el principio según el cual, si coexisten varias teorías para explicar lo mismo, debemos decantarnos por la tesis más simple. Sin embargo, que levante la mano quien no ha optado alguna vez por mirar el mundo a través del catalejo de lo complicado. Quienes ven a Elvis por ahí, o están seguros de que Walt Disney se encuentra hibernando pacíficamente a la espera de que la ciencia lo devuelva al mundo mortal, se apartan por propia voluntad del principio de economía al que me refería al comienzo de este post. Y es que una novela de misterio da más juego que la evidencia. 
Supongo que en estas cosas pesan mucho los intereses de cada cual, sus aficiones, sus mitos y hasta sus miedos. Por eso, somos capaces de alistarnos a una de esas suposiciones extraviadas, pero desechar otras que resultan igual de sinuosas, cuando no absurdas. Suele llamarse a todo eso teoría de la conspiración, frase ambivalente que sirve lo mismo para ver la larga mano de los servicios secretos en la muerte de Marilyn, que para intentar ahora convencernos de que el fallido golpe de Estado del 23-F era en realidad una maniobra democrática. 
A mí también me cuesta creer siempre en las versiones oficiales, de hecho me encanta lo oficioso. Pero cuando escuché por la radio, en directo, aquello de “quieto todo el mundo”, los disparos y lo que vino después, pensé en una maniobra involucionista. Aún hoy, a treinta años vista y en mi cortedad de miras, no asocio los tanques por Valencia con un acto libertario. Ni tan siquiera liberal.     

20 de febrero de 2011

Lo cursi


En 1864, Francisco Silvela publicó un opúsculo sobre la cursilería.  Merece la pena leerlo, pues lejos de adoctrinar, va lanzando sus dardos con tal elegancia, maestría y humor que nadie puede sentirse molesto por lo que allí escribe.  Al comienzo de sus páginas , nos apercibe de que todo el mundo aprecia como insulto si se le califica de cursi, cosa que no ocurre con otros epítetos más groseros o con acusaciones más graves. Se diría, por tanto, que ninguno lo queremos ser. ¿Por qué?, es un misterio.
Bien mirado, la cursilería depende mucho de la propia sensibilidad; yo misma pareceré cursi a algunos. No es cuestión de lazos ni rizos, sino de afectación. Por eso, para mí lo cursi tiene que ver con lo que se imita sin sentido, lo que se hace sin saber, lo que se dice por repetición.  Tampoco tiene que ver con el mal o buen gusto de nadie, pues hay cursis muy correctos y elegantes.
Lo cursi es mediocre, porque, a fuerza de simular y copiar lo que nos deslumbra de fuera, ahogamos nuestra capacidad de ser auténticos.

NOTA: El libro al que me he referido se titula “La Filocalia o Arte de distinguir a los cursis de los que no lo son”. 

19 de febrero de 2011

Las siete y media


 Es conocida la cita de Buda relativa al punto medio de las cosas, a propósito de un músico que o dejaba muy flojas las cuerdas de su instrumento o, por el contrario, las tensaba demasiado; en ninguna de las dos situaciones sacaba notas armoniosas, de ahí que el maestro se sirviera de ese episodio para mostrar a sus seguidores que el equilibrio y la virtud se encuentran en ese punto medio, tan difícil de alcanzar.
Les cuento esto porque en Barcelona se está representando el musical “Hair” y, como los protagonistas son hippies en plena década de los sesenta, salen fumando. Quienes ya tuvimos ocasión de ver hace años tanto la obra de teatro como la película de Milos Forman, sabemos que la marihuana tenía su minuto glorioso, al igual que los chalecos de flecos, los pantalones, las flores, el pacifismo y, cómo no, el pelo largo.
La nueva función se ha topado de lleno con la actual ley antitabaco, porque un ciudadano de pro, en legítimo uso de sus derechos, ha denunciado a los artífices del musical, pues está prohibido fumar en todo espacio público y, claro, el teatro lo es. Su director, actores y productores han alegado que no se fuma tabaco, sino una mezcla de hierbas balsámicas o medicinales que no dañan la salud y cuyo consumo en forma de humo no está sancionado.
Cuando se promulgó la anterior ley antitabaco (endurecida ahora por la actual), en algunas representaciones colgaban carteles avisando de que, por exigencias del autor, alguno de los personajes salía cigarro en ristre. La cuestión se fue relajando y los espectadores y autoridades también, porque tampoco hay tantas obras con fumadores. Pero ahora reaparece el fantasma de lo correcto, lo reglamentario, atizado (no lo neguemos) por la propia ministra de Sanidad y varias asociaciones. Se trata del mismo espectro ridículo que en Francia llevó, no hace tanto, a eliminar la pipa de los carteles de la película “Monsieur Hulot”, de Jacques Tati, o el cigarrillo de entre los dedos de Jean Paul Sartre, en una conocida fotografía del filósofo (menos mal que las aguas volvieron a su cauce).
Tabaco, hierbas aromáticas, vapor de agua  o lo que sea, el caso es que unos personajes tienen que salir fumando porque, si no, seguramente serían otros caracteres, otro contexto, otra trama. Desde pequeños hemos sabido que, cuando en el teatro o en un film alguien salía ebrio, en realidad no estaba bebiendo alcohol, sino que lo parecía. Lo mismo cabe decir de los tiros de pistola y tantos otros trucos.
Me parece peligroso percibir la vida tan solo en dos colores: negro o blanco, sin matices. El “o todo o nada”, sin contextualizar ni relativizar, llevó a la amantísima mamá de la peli de John Waters a convertirse en una asesina en serie. Recordemos cómo ella (interpretada por una maravillosa Kathleen  Turner) se ponía enferma si observaba que el vecino no reciclaba la basura o un miembro del jurado que la estaba juzgando llevaba zapatos blancos en un día que era incorrecto ponérselos. La intransigencia la llevó a limpiar la ciudad de indeseables.
En España hay un juego de cartas aparentemente fácil y anodino que se llama “Las siete y media”, pero quienes lo han probado saben que resulta complicado acertar con la suma de los naipes, para no pasarse del límite. ¿Jugamos?

NOTA: Tengo que aclarar, a quienes no me conocen, que no he fumado nunca y que siempre me molestó oler a tabaco, pero hay cosas que se pasan de castaño oscuro.

6 de febrero de 2011

Domingos



Los domingos siempre han sido para mí como una calle adoquinada donde resuenan los tacones de la única paseante que la transita. Son páginas en blanco para escribir o dibujar el contrapunto de la semana, con el trazo que queramos, con la tinta que nos venga bien. 
De niña, el domingo era sinónimo de "ir con papá"y escaparme de la rutina materna. Anclarme al que salió de casa y recargar la batería de mi corazón compartiendo unos momentos que yo atisbaba como únicos y fuera de serie.
Después vinieron los domingos de codos y concentración, los de trabajo y también los de salir con amigos y los de ir con mi amor, los de hacer mudanzas o limpiar la nevera, los de arroparme con una siesta larga y hasta los de salir corriendo por una urgencia. 
Pero todos los domingos me han regalado, hasta ahora, la oportunidad de estar de otra manera, de mirar afuera y emprender la ruta que marca esa calle vacía.

4 de febrero de 2011

Fin de jornada


Tocado de muerte
ya está el día.
El autobús llega
y mi sombra ya no existe.
Es la hora de reconocernos
en nosotros mismos.
(A.Q. "Electuario", 1984)

Profeta Bradbury



Llevo dos días entregada a la relectura de "Farenheit 451". Reconozco que, cuando buceé en sus páginas por primera vez, era una jovencísima estudiante de primero de carrera, que había visto ya la película en un cine-fórum de colegio mayor. Los comentarios y análisis hechos en aquel evento marcaron la lectura de entonces, como era natural, por lo que en mi fuero interno siempre había algo que igualaba las peripecias de aquellos personajes con el nazismo y las inquisiciones más oscuras (si es que alguna clarea).
Lo curioso de la novela es que hoy no me hace falta remontarme a otras épocas para reconocer que el reaccionario, controlado y asfixiante mundo que describió Ray Bradbury en 1953 concuerda demasiado bien con lo que nos toca vivir aquí y ahora. Me inquieta comprobar que aquello que ese escritor situó en un futuro lejano, en apenas medio siglo ya se va haciendo visible, como por ejemplo limitar la vida de los seres humanos a permanecer horas delante de las pantallas planas de televisores que expelen voces, canciones absurdas, consignas para hacerte creer que vives en el mejor de los mundos y eres más feliz que nadie, sobre todo si te comparas con quienes te precedieron.
En el imaginario país de Bradbury, se prohibieron los libros para no molestar a las minorías, para no salirse de la corrección política, para no perturbar el pensamiento único. En ese mundo, se reducían los años de universidad, la historia se manipulaba, el lenguaje se pervertía continuamente sin importarle nada a nadie. Como llega a decir Beatty, el capitán de los bomberos, exaltando el sistema que los envuelve, "la vida es inmediata, el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?".
Llevo dos días entusiasmada con la lectura de un relato tan atrayente, pero al mismo tiempo se me hiela la sangre al comprobar que muchas cosas que para mí eran reflejo del autoritarismo más acérrimo y cruel allá por mis diecisiete años, hoy me circundan y me las envuelven en celofán democrático.
Lean "Farenheit 451", antes de que la quemen.

Aislados



Cada vez hay más personas que caminan, corren, se trasladan en autobús, trabajan o miran el infinito con unos auriculares puestos. En ocasiones escucho los sonidos que acceden a través de sus orejas y van a depositarse en sus cerebros. Y pienso que, si yo lo oigo, las paredes de su cráneo deben retumbar como una discoteca. ¿Verán también luces destellantes?.
Se cruzan dos chicos al final de la adolescencia. Diríamos que se conocen, pero ninguno tira del cable para desprenderse del prematuro audífono. Se saludan con un movimiento de cabeza y cada cual sigue su camino.

19 de enero de 2011

Feligreses especiales

"Antón, Antón, Antón Pirulero, cada cual, cada cual que aprenda su juego
 y el que no lo aprenda pagará una prenda." 
(Canción popular infantil)

El día 17, al borde de las ocho y media de la tarde, me pasé por delante de la iglesia de san Antonio Abad, en la calle Hortaleza de Madrid. Todavía llegaba gente con sus animales de compañía, buscando la bendición para esos seres que, a veces, dan más alegrías a sus dueños que las propias personas. Me sorprendió que algunos entraran con la mascota en el recinto eclesiástico y, por ver qué pasaba, ni corta ni perezosa franqueé la puerta.
Un sacerdote oficiaba la misa y, con los bancos y pasillos abarrotados, como si se tratara de una boda real, pude observar a decenas de animales escuchando al cura. Sí, sí, como lo cuento. Allí no se movía ni un chucho, ni un minino, ni un pájaro; en el suelo o en brazos de sus amos, callaban y dejaban que el oficiante cumpliera con el rito, pero ninguno de ellos osaba gruñir, bufar, maullar o ladrar. Me sorprendieron el silencio y los buenos modales de todos ellos.
En seguida se me presentaron imágenes de dibujos animados, historietas en las que los protagonistas son animales con costumbres y sentimientos antropomórficos, es decir, esa gata alocada que se enamora de quien no debe, el perro policía que patrulla por callejuelas, el ratón que vuela con capa de superhéroe, la tortuga que se entrena en un gimnasio, etc.
Afuera era de noche, seguían llegando mascotas para la última bendición de la jornada y me fui cantando para adentro la canción del Antón Pirulero, porque dentro de la iglesia cada cual aprendió el juego.

 

10 de enero de 2011

Voces martilleantes


A propósito de los incidentes de Tucson, algunos ven en el Tea Party la sombra ideológica que arrastró al joven Jared Lee Loughner a disparar, en un acto público, contra una congresista y la multitud que allí se encontraba, dejando varios muertos y heridos. Hay quien señala a la señora Palin como el dedo instigador de todo ello, por cuanto ha dicho, dice y tal vez dirá en torno a la política de inmigración y otras cuestiones. Tampoco faltan quienes tachan esta teoría de absurda y hablan de lo fácil que es acceder a un arma en Estados Unidos, recordándonos que acciones parecidas se han llevado a cabo en muchas ocasiones, sin que necesariamente medie ninguna doctrina o pensamiento político (pensemos en el atentado contra Lennon o la matanza de Columbine).
Hace muchos años, vi en televisión una película antigua, en blanco y negro, que no recuerdo cómo se titula ni quién la interpretaba. Tampoco estoy segura de haberla visto entera, pero hay una escena que no he olvidado y que, a menudo, la comento con los más próximos: entra en un establecimiento, mezcla de cafetería y colmado, un forastero que entabla conversación con el dependiente, un hombre mayor, enjuto y de aspecto frágil. El recién llegado se interesa por la vida en el pueblo y las aficiones de sus moradores, a lo que el señor de detrás del mostrador le comenta que ya no escuchan la radio como antes, que ahora solo oyen música, “para no ponerse nerviosos”.
Raro es el día que no me acuerdo de ese diálogo, porque lamento mucho decir que algunos políticos, periodistas y comunicadores son especialistas en caldear el ambiente. Hoy todo el mundo presume de demócrata y enarbola la bandera de la libertad de expresión (bendita sea), pero bajo esos postulados a menudo se insulta, se ridiculiza, se exagera, se manipula y hasta se miente... y todo por servir a determinados intereses (el partido, el lobby, la organización, la empresa que nos contrata, etc.). Aunque no interese la política, siempre hay un resquicio para pensar que nuestros representantes y mandatarios hacen algo que nos perjudica a nosotros o a los nuestros. Si, encima, nos lo recuerdan machaconamente a diario en actos, comparecencias, mítines, tertulias radiofónicas, debates televisivos, artículos de prensa, etc., la bilis se va acumulando y el nivel de enfado crece. Es decir, que nos ponemos nerviosos, como en la peli. ¿Y sabemos todos manejar nuestros nervios?
No debemos dejar de lado que la mayoría de la gente no es ni escéptica ni cínica y que se nutre de lo que escucha a quienes se presentan como más preparados o informados. Si se discute apasionadamente por un equipo de fútbol, ¿cómo no va a decantarse la gente, con igual ardor, por unos u otros en según qué temas?
Sin ir más lejos, el mismo día que entró en vigor en España la llamada ley anti-tabaco (el pasado 2 de enero), a un hostelero le tuvieron que dar varios puntos de sutura en la frente, por indicar a un parroquiano que no fumara dentro de su negocio, y en un hospital un hombre acabó detenido, porque su negativa a apagar el pitillo desembocó en una agresión al personal sanitario.
Ejemplos hay a cientos, tanto en este como en otros temas, en nuestro país y fuera de él. ¿A qué viene tanto coraje desaforado, que normalmente coincide con largas y profundas “campañas de opinión”? Estoy de acuerdo con quienes mantienen que cada cual es responsable de sus actos, pero ciertos individuos hacen cosas incorrectas e inadmisibles creyéndose legitimados por lo que han escuchado a terceros, sintiéndose arropados por estos y animados, inconsciente e involuntariamente, por el continuo martillero de sus palabras.
Moraleja: ni todo el mundo es de piedra, ni todo cae en saco roto.