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14 de abril de 2013
25 de marzo de 2013
Animales y alimañas
Esta
mañana he sabido que el toro Ratón se ha muerto. Para quienes no estuvieran
familiarizados con el astado, les diré que se trataba de un animal famoso por
su fiereza y bravura en festejos, saraos y celebraciones patrias. Los
ayuntamientos y pedanías se peleaban por contar con Ratón entre sus atracciones
porque, pásmense, tenía en su haber un buen número de heridos y algunos fallecidos.
Es decir, el caché del animalito subía a la misma velocidad que la adrenalina
de cuantos mozos y mozas salían a gritar, empujar, dar patadas o saltar por
encima del morlaco. Bien es sabido que hay quienes no se divierten si no es
demostrando a la comunidad su osadía y arrojo, resto sin duda atávico de cuando
nos esperaban fieras espantosas a la salida de nuestra cueva y teníamos que
darles muerte para alimentarnos o simplemente seguir vivos. Ahora bien,
entonces nos cubríamos con pieles y ahora lo hacemos con pantalones y camisetas
de marca.
Mientras
escuchaba la noticia, he pensado en el toro y el nivel de estrés que habrá
acumulado a lo largo de sus correrías por plazas, pueblos y aldeas. ¿Merece la
pena hacer sufrir así a un ser vivo? ¿Hasta cuándo seguiremos los españoles
festejando cualquier cosa con el sacrificio de un animal? Aunque el regodeo y
el espectáculo de mis compatriotas no haya sido la causa directa del
fallecimiento del bovino, no puedo por menos que empatizar con él y sentir por
unos instantes cómo sería mi vida si me obligaran a embestir continuamente,
salir corriendo tras las piernas y brazos de gente que vocifera y me pega, huir
de cigarros encendidos que me acercan a la piel, aguantar cubos o manguerazos
de agua fría, resbalarme por calles pegajosas y malolientes, soportar alguna
que otra vomitona a escasos metros de mí
y, además, sobrellevar como pueda el apelativo de “asesino”.
Si esto es acervo popular, yo elijo otro camino.
De blogueros y nominaciones
Hace
unos días me enteré de que habían nominado esta bitácora que ustedes leen para
el premio Liebster Awards. Se trata de una acción interbloguera,
dirigida a aquellos cuadernos virtuales con menos de trescientos seguidores, es
decir, una forma de reconocer a los más humildes que, a pesar de la modestia de
medios y alcance, alguien los lee y los sigue.
Lo
primero de todo y para cumplir fielmente los mandatos de esta nominación,
quiero agradecer a Mar del Rey que me haya nombrado. Además de ser una persona
estupenda, se merece triunfar en la carrera literaria que emprendió hace unos
años. Sé que los dioses están con ella y bastantes mortales también.
Asimismo,
tengo que contestar las once preguntas que me hace y una, que no ha venido al
mundo precisamente para ser famosa, intentará salir airosa de esta prueba,
teniendo en cuenta de que alguien podrá analizar con lupa sus palabras durante
los más de cincuenta años que pueden perdurar en el espacio internauta. Estas
son las cuestiones:
¿Cuál fue el primer blog que te
enganchó? Mar Abierto.
¿Qué te llevó a escribir un blog?
La insistencia de alguna amiga.
¿Cuál es tu finalidad escribiendo un
blog? Plasmar por escrito cosas que me preocupan o llaman la
atención. El nombre “Tildes y Acentos” tiene que ver con esas cosas pequeñas
que, sin embargo, pueden cambiar el sentido de una palabra. Para mí, tildar un
determinado hecho o nombrar las cosas bajo diferentes acentos enriquece la
visión de la realidad. En el fondo, es una manera de rebelarme contra los
acentos y las tildes de quienes pretenden marcarnos la vida.
¿Cómo encuentras la inspiración para
escribir tus posts? Noticias, conversaciones que cojo al vuelo
por la calle, un color, un paisaje, cualquier olor…
¿Qué tipo de blogs te gusta leer?
De todo un poco, siempre que transmitan la honradez y autenticidad de quienes
los escriben.
¿Te ha despertado algún tipo de
interés el participar en la red de manera activa? Ningún
interés concreto, aunque pienso que, en el fondo, cierto afán por dar a conocer
lo que escribo. Por cierto, hasta que empecé el blog, mis afanes literarios
iban por la ficción y la poesía. Jamás pensé que pudiera derivar a esta crónica
de la realidad.
¿Qué te aporta personalmente el
escribir tu blog? Salir de mi enclaustramiento mental,
cambiar de aires cerebrales y variar el estilo. Debe comprenderse que me dedico
a cosas más profanas que me obligan a leer y escribir textos con cierta
metodología y dentro de unos parámetros determinados.
¿Cuál es tu aportación especial? Ser
yo misma.
¿Cómo te inspiras para escribir? Creo
que he contestado antes algo parecido: noticias, charlas, paisajes…
¿El mejor consejo que le darías a un
no iniciado sobre blogs? Si es para leerlos, que sea
respetuoso con los valores y el estilo de su autor o autora. Si lo que pretende
es escribir uno, que se deje llevar y se divierta.
¿Por qué crees que te han nominado?
Porque, en el fondo, a mi “nominatrix” le hacen gracia mis cosas.
En cuanto a los blogs que nomino, debo
decir que algunos de los que más me gustan ya están nominados. Supongo que no
pasaría nada por volver a respaldarlos, pero también hay que dar oportunidad a
otros. Así pues, son estos: Partisana, Carteles por el mundo, Excentricidades de la Emperatriz Penca, Otro blog de poesía, La entretenida, El otro noroeste, Stultifer, La Vie en Noir, Efimerías, Noticias y punto y Maribel Pont
Y por último, ahí van mis once preguntas a
los once nominados:
¿Por qué escribes un blog?
¿Cómo surgió la idea de empezar a
escribirlo?
¿Quién te gustaría que te siguiera y aun no
tienes constancia de que lo haga?
¿Qué aporta tu blog al panorama general?
¿Cuántos blogs ajenos sigues?
¿Cuántos blogs ajenos sigues?
¿Por qué piensas que te he nominado?
¿Has escrito algo en tu blog de lo que
luego te hayas arrepentido?
¿Cuál es el comentario, si se puede decir,
que más te haya dolido?
¿A quién recomendarías tu blog?
Si no fuera tuyo, ¿seguirías tu blog?
¿Tu
blog tiene fecha de caducidad o lo concibes como algo eterno?
Espero que esta iniciativa sirva al menos, para mantenernos vivos y no acabe yéndose por la alcantarilla. Gracias por vuestra paciencia y hasta otra.
1 de marzo de 2013
“… y Dios parecía dormido”
A
pesar de que no he conocido ninguna, o tal vez por eso mismo, crecí con
historias de la guerra y la posguerra. Y digo “la” porque es la que ha marcado
a varias generaciones de españoles y, de alguna manera, todos somos hijos de tamaño
dislate, aunque afortunadamente naciéramos muchos años después.
Aquellos
relatos, me los contara quien me los contara, siempre eran tristes, porque, en
el fondo, todos sentían que habían perdido la inocencia y el candor de quien
confía en sus semejantes. Yo me imaginaba la guerra como el hacha que cercena
los pies a un corredor y pronto me di cuenta de que es mejor no cruzarte con ese
jinete apocalíptico, que siembra la geografía de hambre y muerte, marchita las
ilusiones, impone las reglas del juego y provoca la injusticia que más duele,
que no es otra que la de las cosas cotidianas.
Cuando
estrenaron la película “Canciones para después de una guerra”, de Basilio
Martín Patino, mi padre era joven. Él fue un niño de la posguerra, de la
escasez que inundaba las calles de Madrid, a la que no podía sustraerse, porque
tenía ojos en la cara y, a pesar de que no le faltó lo indispensable (y algo
más) en esa España del racionamiento y el estraperlo, creció sabiendo que también
era víctima de la sinrazón, de la brutalidad y de la tropelía que ni él ni sus
compañeros de clase ni sus amigos de juegos habían provocado.
Al
terminar el filme y encenderse las luces de la sala, observé que mi padre tenía
los ojos enrojecidos y la congoja a la altura del cuello. Haciéndose el fuerte
ante sus hijos adolescentes, nos incitó a que habláramos nosotros. Si algo
recuerdo de nuestra conversación mientras nos llevaba a la casa de mi madre, fue
la idea de que unos pocos montan el guirigay y todos los demás sufren las
consecuencias.
Estos
años de crisis están sumiendo a la población en una posguerra teñida de sepia.
No ha habido guerra previa con tanques ni bombardeos aéreos, porque ahora todo
es más sofisticado y sutil. En esta España que parecía desarrollada y moderna,
son muchas las familias que viven de la pensión de los abuelos, también se
suicidan personas abrumadas por las deudas, hay niños que van al colegio
malcomidos, gente que pierde su casa, ancianos que no pueden comprar las
medicinas, cierran empresas, surgen esclavos, se llenan a diario los comedores
sociales y desde arriba dicen que “entre todos” debemos seguir haciendo
esfuerzos para levantar el país y salir de este bache.
Como
siempre, quien no ha provocado el caos ni está contribuyendo a aumentarlo, se
ve obligado a subir al ring para pelear con los frutos que han dado políticas
ineficaces llevadas a cabo por gente inútil aupada y respaldada por tahúres y
vividores. Y yo ahora me pregunto quién, dentro de cuarenta años, pondrá música
a la película que entre todos estamos rodando.
Benedicto
XVI, en su última aparición pública hace dos días, ha dicho que “las aguas
bajaban agitadas y Dios parecía dormido”. Si cualquier dios, no solo el
católico, encarna la esperanza y la fuerza, tal vez lo tengan secuestrado,
narcotizado y amordazado.
28 de febrero de 2013
Miradas
Somos
conscientes de que nos exponemos a las miradas de mucha gente. Desde el bebé
que, sentado en su carrito, atraviesa nuestras lentes oscuras con sus ojos de
hada, capaces de adivinarnos el pensamiento, hasta el funcionario que apenas
levanta la vista y únicamente repara en nuestro bulto humano para despedirnos,
devolvernos un papel sellado o instar a que nos acerquemos al mostrador.
Al
caminar, comprar un champú, tomar el ascensor, atravesar el parque o subir al
tren, cientos de ojos nos rozan y en milésimas de segundo nos absorben. Todos
hacemos lo mismo, por lo que debemos de tener la memoria inconsciente (o un
recodo del cerebro que se le asemeje) repleta de caras.
¿Qué
ven de nosotros los extraños que nos miran? Supongo que los tacones hablarán de
mí tanto como el currículum vitae, pero ¿cuánto hay de esta mujer en ambas
cosas? Presiento que nuestra verdadera identidad se compone de miles de fichas
y que, para completar el rompecabezas, se necesita vida y media. Mientras tanto,
que sigan mirando, pero de frente.
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