Una amiga me ha mandado estas fotos de un erizo. Las imágenes iban acompañadas de una fábula con moraleja, que nada tiene que ver con lo que a mí me suscitan: hay muchas personas que se envuelven en duras corazas, no para hacer daño, sino para protegerse de lo que ellas perciben como hostil.
Visitas
24 de junio de 2010
Escúchame
He leído en la prensa que un australiano lleva años impidiendo que la gente se suicide. A mí esto me parece una buena noticia, de las que deberían llenarse diarios, tertulias radiofónicas y telediarios. Pues bien, está comprobado que más de ciento sesenta personas continúan vivas gracias a este hombre, que lleva dedicado a dicha actividad más de cincuenta años. Él ahora tiene ochenta y cuatro y ha sido recientemente nombrado Ciudadano del Año en Sidney. Cuando trabajaba lo hacía en el ramo de los seguros (no me nieguen que no resulta curioso, ¿eh?).
Leyendo esa noticia me he acordado de los ángeles berlineses de Wenders, que en ocasiones se acercaban a los suicidas, susurrándoles razones para que desistieran de su atormentado impulso. Pero para librarse de la muerte había que escuchar, no bastaba con oír.
Supongo que algo parecido ocurrirá con Donald Ritchie, quien normalmente se acerca a los supuestos suicidas ofreciéndoles un café y un rato para charlar. Él también reconoce que trata de no inmiscuirse en sus vidas y que intenta salvarlos planteándoles una alternativa, como los guardianes de Berlín. Estoy segura de que aquellos que se han salvado lo han hecho porque lo escucharon y, a la vez, se sintieron escuchados. Y es que escuchar consiste en llegar al corazón.
Año Nuevo
Con el solsticio de verano se cierra un ciclo. La luz empieza a menguar y el estío abre un paréntesis en nuestras vidas. Nunca entendí por qué celebramos la llegada de cada nuevo año en enero, cuando lo lógico sería hacerlo conincidir con las fechas en las que ahora nos encontramos. De hecho, durante la noche de San Juan, la costumbre es quemar y desprendernos de todo aquello que nos resulte pesado, molesto o desagradable, renaciendo más limpios y ligeros. Se trata, en suma, de un rito de purificación.
Para el misticismo y la interpretación hermética de algunos monoteísmos, el 21 de junio está marcado por el agua (S. Juan Bautista), que arrastra los yerbajos y la maleza que nos impiden avanzar. Con él llega el recogimiento (se encogen los días), en paulatina preparación para la crecida de la luz, a partir del solsticio de invierno (las saturnales romanas, nuestra Navidad).
Todos hacemos balances y propósitos cuando llega el verano. Interiormente señalamos esa frontera en el calendario. Por eso os deseo que tengáis un FELIZ AÑO NUEVO.
Todos hacemos balances y propósitos cuando llega el verano. Interiormente señalamos esa frontera en el calendario. Por eso os deseo que tengáis un FELIZ AÑO NUEVO.
10 de junio de 2010
Identidad de identidades
Es importante tener conciencia de lo que somos, porque así podremos saber más acerca de nuestras limitaciones y actuar en consecuencia. Nosce te ipsum (conócete a ti mismo) pone en el frontispicio del templo de Delfos, lo que viene a decirnos que debemos pasarnos la vida procurando ser auténticos y honestos con uno mismo, sin caer en espejismos y apartándose de las empresas inalcanzables. ¿En eso consiste la felicidad? A lo mejor sí. Se me antoja, además, una tarea continua, porque creo que las circunstancias y los momentos nos van moldeando. En fin, que tenemos ocupación para mucho tiempo... Desde este punto de vista, la identidad sería ese conglomerado de trazos propios que nos caracterizan y llegan a diferenciarnos de otras personas, aunque sean muy parecidos a los de ellas. Me pregunto si, desde este punto de vista dinámico y evolutivo, podemos desarrollar varias identidades, como quien pertenece a distintos clubes, o por el contrario albergamos dentro la esencia de lo que somos.
¿Cuál sería mi esencia? Una vez me asomé al espejo que porta en su mano el mono de Heidelberg y vi algo gracioso. ¿Será el humor?
8 de junio de 2010
De arañas
Tengo entendido que algunos cosmonautas, en sus misiones, se han llevado arañas para observar su comportamiento. Parece que la falta de gravedad las lleva a tejer unas telas sin pies ni cabeza, muy alejadas de la estructura geométrica a que nos tienen acostumbrados aquí en la Tierra. Vamos, como si la abuela hubiese tomado algo raro y llenara la labor de puntos sueltos y enloquecidos dibujos. Cualquiera de mis yayas habría quedado muy poco satisfecha del resultado de su trabajo y, a decir verdad, me las imagino deshaciendo el paño, el cojín o lo que tuvieran entre manos, hasta que la hazaña saliera de su gusto. Pues lo mismo les ocurre a esos artrópodos, porque al cabo de los días empiezan a acostumbrarse a su nuevo hábitat y vuelven a entrelazar sus hilos a la manera clásica. Pero, hasta que se acostumbran, ríanse del ácido lisérgico.
Hay personas que viven como arañas, desplegando redes donde los demás puedan caer y con el único propósito de engullírselos, es decir, de que desaparezcan. Trenzan sus tramas a base de sutileza y disimulo. Atraen a la víctima con artificio y astucia, casi siempre valiéndose de algo que pueda cautivar al futuro mártir, que la mayoría de las veces no se percata de su infeliz destino. ¿Quién no se ha topado alguna vez con una araña humana? Por eso se me ocurre que, a lo mejor, cambiándoles el sentido de la orientación, hilarían trampas defectuosas y podríamos escaparnos por los agujeros. Resumiendo, contra la manipulación, jugar al despiste. Con un poco de suerte, esas personas se pierden en su propia confusión.
Nota: A la memoria de Louise Bourgeois, cuyas arañas no pican, pero hacen pensar.
Hay personas que viven como arañas, desplegando redes donde los demás puedan caer y con el único propósito de engullírselos, es decir, de que desaparezcan. Trenzan sus tramas a base de sutileza y disimulo. Atraen a la víctima con artificio y astucia, casi siempre valiéndose de algo que pueda cautivar al futuro mártir, que la mayoría de las veces no se percata de su infeliz destino. ¿Quién no se ha topado alguna vez con una araña humana? Por eso se me ocurre que, a lo mejor, cambiándoles el sentido de la orientación, hilarían trampas defectuosas y podríamos escaparnos por los agujeros. Resumiendo, contra la manipulación, jugar al despiste. Con un poco de suerte, esas personas se pierden en su propia confusión.
Nota: A la memoria de Louise Bourgeois, cuyas arañas no pican, pero hacen pensar.
5 de junio de 2010
Grandes simios
La especie humana siempre ha tenido bastante de egocéntrica, en el sentido de que nos creemos los reyes del paraíso, los dueños y señores del orbe. Todo gira en torno a nosotros, hasta el punto de que en un tiempo ideamos dioses que imitaban nuestro comportamiento (ahí están Artemisa, Zeus o Afrodita) y luego nos dio por pensar que éramos nosotros los que estábamos hechos a imagen y semejanza suya (el monoteísmo es lo que trajo) Cualquier argumento es propicio, en definitiva, para salir a bailar a la pista a bastante sobraditos, sin atender siquiera a la orquesta, porque es ella la que debe seguirnos y amoldarse a nuestro ritmo.
Cuestiones filosófico-religiosas aparte, quien más quien menos se quiere tanto que se pasea por este mundo sin cuestionarse sus actos, pero, eso sí, poniendo muy a menudo en solfa los del vecino. Creyéndonos los reyes de la creación, hemos diezmado bosques y selvas, aplastado especies animales, agotado acuíferos, variado el paisaje, mudado el clima... Y lo peor de todo es que pensamos que la responsabilidad es ajena.
Mientras tanto, estamos condenando a gorilas, chimpancés y orangutanes a una vida que no buscaron, para que nuestros preciosos simios sapiens arramplen con todo, hasta con los cuatro lirios que el alcalde de Madrid ha puesto en el Manzanares, porque el mono tiene derecho a bañarse donde le dé la gana.
Nota: Hoy es el día mundial del medio ambiente y, aunque soy bastante escéptica respecto a estas conmemoraciones, valga al menos para reflexionar sobre todo lo que va a perderse por la acción directa de las personas.
31 de mayo de 2010
Hooper, blues y el Alphaville
Ahora lo llaman Km 0,8 e intenta abarcar un cuadrante donde conviven en Madrid varias salas cinematográficas, la mayoría de un mismo dueño. Pero al principio sólo fue el Alphaville, que ya ni existe como tal. De todas formas, a veces se nos escapa su antiguo nombre y, en vez de denominar al cine que ocupa su lugar con su nuevo y legítimo apelativo, sale de nuestra boca un mantra que vuelve a evocar la ciudad alfa de Godard.
Una de las primeras películas que vi allí fue “El amigo americano”, de Wim Wenders, con un Dennis Hooper tan soberbio, que a partir de entonces me hice adicta a sus interpretaciones (me pasa con muchos artistas; soy promiscua en lo cultural) No sé si por casualidad o qué, pero la fortuna quiso que fuera en ese local y no en otro donde mi persona viera casi todos los filmes de tal sobresaliente actor y, claro, no pude por más que acudir en su día al estreno de “Caído del cielo”. La amargura de su argumento, las pinceladas incestuosas y el dolor de los personajes los recibí hábilmente subrayados por los blues de Neil Young y otros músicos, todo ello mezclado en armónica cadencia con las sombras blancas de la cinta.
Para mí Dennis Hooper no ha sido sólo un maldito, como desde ayer apuntan periódicos y foros. Forma parte de mi andadura personal, de mi modesto aprendizaje, de mi pirueta vital. Por eso, siento que con su recientísima muerte he cerrado para siempre la puerta del veterano Alphaville.
Una de las primeras películas que vi allí fue “El amigo americano”, de Wim Wenders, con un Dennis Hooper tan soberbio, que a partir de entonces me hice adicta a sus interpretaciones (me pasa con muchos artistas; soy promiscua en lo cultural) No sé si por casualidad o qué, pero la fortuna quiso que fuera en ese local y no en otro donde mi persona viera casi todos los filmes de tal sobresaliente actor y, claro, no pude por más que acudir en su día al estreno de “Caído del cielo”. La amargura de su argumento, las pinceladas incestuosas y el dolor de los personajes los recibí hábilmente subrayados por los blues de Neil Young y otros músicos, todo ello mezclado en armónica cadencia con las sombras blancas de la cinta.
Para mí Dennis Hooper no ha sido sólo un maldito, como desde ayer apuntan periódicos y foros. Forma parte de mi andadura personal, de mi modesto aprendizaje, de mi pirueta vital. Por eso, siento que con su recientísima muerte he cerrado para siempre la puerta del veterano Alphaville.
28 de mayo de 2010
El payaso cojo
Algunas veces he visto a un payaso realizar toda una suerte de malabares y equilibrios aprovechando los cambios de semáforo. Concretamente, me lo suelo encontrar en Mateo Inurria con Plaza de Castilla y en Virgen del Puerto con calle Segovia. Cuando el disco está en rojo y los coches se detienen, ese muchacho aprovecha para hacer piruetas, jugar con pelotas y esbozar siempre la mejor de sus sonrisas. Lo veo muy profesional, entregado a su trabajo, concentrado en lo suyo.
Los payasos caen bien en general y, encima, éste tiene bastante mérito, pues le falta la pierna izquierda y, aun así, no hay quien lo gane en hacer el pino, sostenerse sobre un solo brazo o caminar cabeza abajo. Sorprende su pericia, que denota no poca fuerza de voluntad y muchas horas de entrenamiento. Este payaso no lleva muletas, se traslada de la acera a la calzada a saltos sobre su único pie y da la impresión de que nadie lo ayuda, pues siempre lo he visto solo.
Cuánto me acordé ayer de él, pues anduvieron cojos en el hemiciclo parlamentario, aunque allí todos se sirvieron de trucos y muletas.
Un voto, please
Un solo voto es muy importante. Quien diga lo contrario, miente u oculta algo. Por un voto se aprobó ayer en el Congreso un controvertido decreto gubernamental. Como todo el mundo conoce de qué se trata, eludo repetir la noticia que ha abierto telediarios y sido portada de periódicos. Me pregunto qué legitimidad profunda puede dar un solo voto de más, pero así son las reglas del juego que tenemos. C’est la vie! En cualquier caso, pone de relieve la notable división que existe en temas que deberían concitar un verdadero consenso. Pero, insisto, estas son las pautas con que nos regimos y permiten que, por conseguir un voto más que los adversarios en las próximas elecciones, los diputados hicieran ayer lo que hicieron. En fin, no me negará nadie que esta gente siempre está en campaña. Se trata, pues, de mantener posiciones, de dar buenos cuartos al pregonero (de las radios y demás medios) y seguir a lo suyo, que es sumar adeptos.
De esta forma, por continuar congraciados con potencias que en esta crisis económica únicamente persiguen sus intereses particulares, los que gobiernan nuestro país defendieron lo que hasta entonces se libraban mucho de justificar.
En cuanto al resto, tampoco se salvan: buscando tu voto o el mío, la oposición se libró de aportar mejores ideas. Por un voto, los convergentes se abstuvieron. Por un voto, los minoritarios opinaron en contra. Por un voto, por un voto, por un voto... Para que luego pienses que tu papeleta no vale. Pues algo ha de importar, cuando se la disputan tanto. Y es que, traducido a escaños, cuando los problemas aprietan, a veces las cosas se “ganan” por un solo voto.
27 de mayo de 2010
Lo que bien empieza...
Sé de parejas que se sumergen en los preparativos de su boda con muchos meses de antelación. Ya no es solo la casa, sino el traje (de la novia, por supuesto), el menú, la fiesta, los invitados, el viaje y cien cosas más. Me han hablado de iglesias que tienen todas las fechas reservadas hasta dentro de tres años, aunque siempre he pensado que esto es porque casi todo el mundo quiere casarse en los mismos días y a las mismas horas. Supongo que si alguien quisiera dar el paso canónico un lunes lectivo, por ejemplo, a las once de la mañana, no habría problema.
Entiendo que es un día importante, para compartir con los allegados, disfrutarlo como si el mundo se hubiese detenido y sólo importaran quienes sellan su compromiso ante las miradas de familiares y amigos. Comprendo que el casorio convierte a estas personas en protagonistas de una película cuyo guión han elaborado ellas mismas, en el difícil intento de que un acto social tan extendido desde siglos remotos, lleve sin embargo algún sello personal.
Pero he aquí que, a veces, el marchamo de autor no lo imprimen quienes se casan, sino hechos externos, casi siempre inesperados y, por lo tanto, extraordinarios. Me imagino que la pareja de la fotografía supo apreciar el alfombrado que "le regaló” MoviStar tan venturoso día y, por eso, se retrataron gustosos, ajenos a las riadas de gente que caminaban por esa Gran Vía azul de la que ya he hablado en este mismo blog. Yo les robé la instantánea de lejos, mientras posaban ante su fotógrafa. Viendo la imagen, quiero apostar por su felicidad, pues me sugiere que son capaces de amoldarse bien a las circunstancias y de saber aprovechar las buenas ocasiones.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)