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4 de enero de 2011

Me gustaría


Me gustaría ser Rey Mago y salir en cabalgata. Dejaría que la chiquillería se sentara en mis piernas y, al oído, con voz emocionada y temblorosa, me confiara sus verdaderos deseos: que resucite el hámster, que sus padres ya no discutan por el reparto de vacaciones, que el perro se ponga bueno, que al yayo no le duelan las piernas, que la señorita Pilar toque otra vez la flauta en clase, que vengan los tíos a su cumpleaños, que la pediatra le regale otra libreta, que le dejen jugar con agua y barro, que la próxima nevada dure cien días, que mamá no chille, que la nueva cuidadora los lleve al parque, que el portero le enseñe la caldera, que su hermanito más chico crezca pronto, que papá venga antes de trabajar, que la leche no tenga nata, que siempre sea verano, que su compañera Cati deje de apretarle la barriga...
Mientras tanto, otros reyes y otros pajes volverán a repartir los artefactos con que los adultos callamos la voz de los pequeños... y de nuestra conciencia.

3 de enero de 2011

Bajo un árbol

La Puerta del Sol y aledaños han sido literalmente tomados por la gente estas navidades. ¡Cuándo no!, exclamarán algunos, y puede que hasta tengan razón.... Solo que es la primera vez que he buscado cobijo bajo el abeto artificial (diseñado por Ágata Ruiz de la Prada) que el Ayuntamiento plantó frente a la Casa de Correos. Allí, resguardada por las luces que lo componen y en compañía de otras almas, me sentí erizo, lechuza, koala, ardilla, pájaro carpintero, mapache... Y fui feliz.

22 de diciembre de 2010

Cruce de caminos


Dicen que la casualidad no existe y a mí me gusta pensar que es así. Por eso creo que hay algo de maravilloso en lo que ha pasado. Les cuento:
El lugar donde trabajo colabora con algunas entidades para que el alumnado de ciertos cursos realice sus prácticas. En los primeros meses de este año que ahora termina, contamos con la presencia de una chica que se trasladaba semanalmente desde su Vizcaya natal. Terminado su prácticum, volví a tener noticias suyas en una sola ocasión, al poco tiempo de concluir su etapa de aprendizaje.
Pero hace dos días volvió a escribirme y, entre otras cosas, me facilitaba una fotografía muy parecida a la que yo he colgado en mi post siciliano VIII. Ella la tomó la primavera pasada. Yo la hice en agosto. Vean y comparen. Esta es su instantánea:


Y esta la mía:


Si ya es coincidencia que, viajando a Sicilia en fechas diferentes, vayamos a pasar por la misma calle sin habernos puesto de acuerdo, díganme si no es sorprendente que a las dos nos inspire la misma casa y el modo de tender la ropa.
Gracias otra vez, Eva. Espero que no te moleste esta referencia personal.

Navidad, Saturnales o la Marimorena


Me gusta la Navidad o, mejor dicho, el tiempo navideño. Observo este paréntesis en la rutina y comienzo a percibir los buenos augurios del solsticio. Ya falta menos para que los días comiencen a crecer y, como ser gaseoso que soy (mi elemento es el aire), reconozco pequeños y paulatinos cambios en las alboradas, que orean otros aromas, otros sabores, otros colores.
El Sol regresa a nuestras vidas por estas fechas; quizá por eso lo invocamos sembrando brillos y destellos a nuestro alrededor, a la par que nos entregamos a ritos que hunden sus raíces en tiempos lejanos. No es casual que los cristianos tomaran prestada de los romanos y otros pueblos anteriores la data conmemorativa del nacimiento de su dios hecho hombre y que se le reconozca como “la luz del mundo”. Al fin y al cabo, lo llamemos como lo llamemos, son días en que se celebra el destierro de las tinieblas.
Feliz Navidad a todas y a todos.

16 de diciembre de 2010

Soledad



Entro en un bar y pido un té con limón. Tienen puesta la televisión, donde entrevistan a una señora de edad incierta que enseña a cámara la fotografía (bastante ampliada, para que se viera bien) de la persona a la que ella tilda de ‘asesino’. Dos mujeres que, sentadas a mi derecha, comparten barra conmigo, comentan la noticia y ofrecen su opinión al respecto. El camarero entra en la charla y dicta su veredicto: “esto se arreglaba con dos tiros en la espalda” (al de la foto, por supuesto) y remata la faena aconsejando el tipo de arma: una parabellum. Otras personas presentes en el local afirman cosas parecidas. Pago mi té y salgo pitando de ahí.
Ya en la calle me pregunto por qué razón causa más alarma (para el Gobierno) un conflicto laboral, que la actitud agresiva con que muchos compatriotas zanjarían los casos de violencia, justficando a estas alturas el Talión más intransigente. Intentando explicarme lo inexplicable, pienso que las dictaduras largas desgastan tanto a las sociedades, que estas no se recuperan en muchísimo tiempo, aunque el sátrapa esté muerto y remuerto.
¿Pero, en el fondo, no es lo mismo gestionar el problema de los aeropuertos a golpe de tanqueta, que aplicar el fanatismo delictivo a ciertos crímenes? ¿Cuál es la causa y cuál es el efecto?
Mientras se me agolpaban en la frente pensamientos de todo tipo, supe que nado a contracorriente y noté de pronto el sabor de la soledad.

1 de diciembre de 2010

Episodios sicilianos (y VIII): Cuidando la ropa


¿Cuál es el cometido del santo de la hornacina? ¿Protege la ropa de la lluvia, de los ladrones...? ¿Vela por que no se caiga el tendedero?

19:30


Hace años, viendo un programa de la RAI, se me heló el corazón al escuchar a Giulio Andreotti, entonces procesado por corrupción, justificarse y legitimar sus acciones en lo que para él era la naturaleza normal de la política. Vino a decirnos, a los idiotas de siempre, que todos los Estados, desde que el mundo es mundo, han tenido sus cloacas, sus cadáveres en los armarios y sus trapos sucios. Este anciano ha ocupado siempre cargos relevantes desde la segunda mitad del siglo XX, por lo que sabía de qué hablaba.
Esta semana la prensa se despacha a gusto con las últimas filtraciones de Wikileaks, que en algunos puntos afectan a España, concretamente en lo relativo a la guerra de Irak, el caso Couso, Guantánamo, etc. Como hace mucho que dejé de confiar en los políticos (la vez que confié nos metieron en la OTAN los mismos que se manifestaban conmigo a favor de la neutralidad), nada de lo supuestamente filtrado me sorprende, pero no quita que, en caso de ser cierto y como me ocurrió al escuchar a Andreotti, sienta una honda amargura y tremenda tristeza.
Vaya por delante que creo firmemente en la presunción de inocencia y que desearía con todas mis fuerzas que nada de lo aparecido en esos informes fuera verdad, pero parece que algo de realidad sí recogen, malgré tout. Así que respiren hondo, saquen el pañuelo o suspiren cuanto quieran, porque no ha cambiado nada desde los tiempos de Julio César. Nuestros dirigentes, que permanecen sentados cuando desfila la bandera estadounidense, al parecer intentan tapar la responsabilidad de los marines en la muerte de un cámara de televisión español. Nuestros dirigentes, que cuando estaban en la oposición enarbolaron el “no a la guerra”, siguen enviando militares a diferentes puntos bélicos del planeta. Nuestros dirigentes, que abrazan el principio de “justicia universal”, aparentemente están detrás del intento de que los tribunales no procesen a determinados americanos por un crimen de guerra. Nuestros dirigentes ponen velas en todos los altares, en aras de lo que para los diplomáticos norteamericanos, según Wikileaks, es un claro afán de no perder votantes.
En la obra teatral 19:30, de Patxi Amezcua, los personajes hablan de “sacrificar las torres para salvar a la reina”. ¿Quién será la torre?

30 de noviembre de 2010

Episodios sicilianos (VII): Ferragosto y mi despacho

Italia cierra entre el 15 y el 16 de agosto. Las populosas calles se vacían de gente, decidida a celebrar en plena canícula una especie de nochevieja veraniega. Al filo de la medianoche, cientos de personas acuden a playas, ríos, piscinas o fuentes para bautizarse con agua de fiesta. Balcones y ventanas se llenan de velas encendidas, esperando la madrugada, para sumergirse, con el alba, en el obligado letargo del día siguiente. Se me antoja que las ciudades se purifican con estos ejercicios de inactividad, en línea similar a lo que Christo Javacheff hace cuando cubre por completo esos objetos monumentales, islotes o edificios emblemáticos.
Acabo de encerrar en cajas de cartón libros, carpetas y papeles. Ya no existen para la vista, han perdido la identidad que albergaban como habitantes de un cajón o un estante. Cuando para ellos llegue su dieciséis de agosto, veré si aún conservan la importancia que les imprimí alguna vez.

Nota: La fotografía fue tomada este Ferragosto pasado, en una de las más céntricas y concurridas avenidas de Palermo. El equivalente a nuestra calle Alcalá, a la altura de Banco de España.

24 de noviembre de 2010

Lo que no me gusta



  1.  NO me gusta la palabra víctima, porque imprime carácter, fagocitando a la persona que denominan así, hasta el punto de estigmatizarla  para siempre.
  2. NO me gusta que hablen a los niños utilizando siempre diminutivos y palabras cursis. Son niños, no idiotas.
  3. NO me gusta el tono de los locutores deportivos cuando retransmiten algún encuentro, especialmente de fútbol. Me pregunto si hablarán así con su familia y amigos.
  4. NO me gusta lo extendida que está la mala educación.  
  5. NO me gusta comprobar que los bancos siguen ganando mucho a costa de los pequeños depósitos, que son precisamente los peor tratados y a los que más fríen con recargos y descuentos.
  6. NO me gusta que abandonen a los animales, ni que los maltraten.
  7. NO me gusta el burka.
  8. NO me gusta que en los restaurantes cobren por un plato lo que cuestan en el mercado dos kilos de la comida que lo compone.
  9. NO me gustan las consignas ni los adoctrinamientos, aunque vengan de "los míos".
  10. NO me gustan los topicazos políticamente correctos. Algún día dejarán de serlo. 
  11. NO me gusta el 99 % del cine que sale de la factoría hollywoodiense.
  12. NO me gusta que, cuando las cosas van mal, a algunos solo se les ocurra añadir algún delito nuevo al Código Penal o endurecer las sanciones de los que había.
  13. NO me gusta ser un coñazo, cuando lo bueno es cojonudo.
  14. NO me gusta que no se pueda cuestionar al Banco Central Europeo o al Fondo Monetario Internacional.
  15. NO me gusta que en muchos pueblos, para festejar a sus patrones y vírgenes, torturen toros, cabras, gallos, etc.
  16. NO me gusta que me toleren. Prefiero que me respeten.
  17. NO me gustan las trampas ni los chanchullos. Por eso me molesta que en mi país se tilde de "listos" a los aprovechados y caraduras.
  18. NO me gusta que mis impuestos los utilicen en mantener conflictos bélicos, aun disfrazados de "acciones humanitarias".
  19. NO me gusta que, por la radio o la televisión, al leer los titulares de la prensa escrita, hagan comentarios subjetivos. Eso debe quedarse para el artículo de opinión, el editorial o la tertulia.
  20. NO me gustan los best seller y menos si aparecen disfrazados de novela histórica. De novela tienen poco, pues les falta creatividad y destreza literaria; en cuanto a la historia, son poco más que el corta y pega de cualquier estudiante de Secundaria con la Wikipedia a mano.
  21. NO me gustan las ovejas merinas. Queda dicho.
  22. NO me gusta la pena de muerte ni la cadena perpetua, aunque existan en países a los que llamamos democráticos.
  23. NO me gusta que califiquen de "tontas" a las personas generosas.
  24. NO me gusta la falta de sentido de humor.... así que, por favor, no se tomen a la tremenda esta entrada bloguera.


El gran ojo

Siempre he sido aficionada a la ciencia-ficción. Además, crecí en una época en que el género gozaba de buena salud y frecuentemente se reeditaban relatos y novelas o se estrenaban películas ambientadas en el futuro.
Muchas de esas obras tenían puntos comunes entre sí, aunque sus autores trataran de aportar alguna nota original. Uno de esos lugares frecuentes era ese ser que todo lo ve, que vigila, acompaña y registra en su cerebro electrónico la vida de las personas. A veces, ese pope de la seguridad avisaba de peligros, advertía de ciertas normas o simplemente hacía cualquier gesto para que los humanos (sobre todo los humanos, por delante de androides o robots) recordaran que nada se escapa al gran ojo.
A estas alturas de blog, casi todo el mundo sabe que viajo en metro habitualmente y, miren por dónde, qué alegría me llevé al comprobar (con permiso de Santiago Auserón) que “el futuro ya está aquí”. Les cuento:
Miércoles 17 de noviembre, sobre las 22 horas. Estación de Cuatro Caminos. Cinco o seis personas por andén, esperando un convoy anunciado para dentro de seis minutos. De repente escuchamos no una voz, sino la voz: ‘No se pongan tan pegados al borde’, dijo de manera asertiva y correcta. Automáticamente, dos jóvenes de unos diecinueve o veinte años pegan un saltito al unísono hacia atrás, dándose por aludidos.
Lunes 22 de noviembre, sobre las 8,45 horas. Estación de Príncipe Pío. Los vagones a rebosar y, aun así, la gente intenta colarse por algún centímetro libre. Otras vez la voz. No era la misma, pero estaba claro que desempeñaba idéntico cometido: ‘El tren tiene cuarenta y dos puertas. No utilicen todos la misma’.
Bien usado, ese ojazo omnipresente puede ayudar en ocasiones. Lo malo es que, como se le cruce a alguien un cable (de su cerebro no-electrónico) y empiece a advertirnos de que el peligro puede morar en la casa de enfrente, o que nos quedan veintisiete minutos para llegar al colegio electoral (a votar, se entiende), o que somos unos descuidados por besar a un bebé sin mascarilla, no le arriendo a nadie las ganancias, pues el final de la historia ya me lo sé y me da miedo. Ahora que hemos matado a Dios, resucitamos fantasmas.