Probablemente la vida solo sean percepciones, es decir, una especie de espejo que refleja nuestros pensamientos. Si siento miedo, ¿acaso no me llegarán ocasiones de padecerlo? Si espero tranquilidad, seguro que encuentro un momento de sosiego.
Quienes me conocen saben que ahora comienza el año para mí. Cuando llegué a este mundo, mi primer olor, mi primer sonido y mi primera luz fueron otoñales, así que asocio esta estación con los cambios, con el fin de una etapa y el comienzo de otra, con la recolecta de cuanto hemos sembrado meses atrás y la posibilidad de mejorar a partir de ahora.
Estos meses de ámbar, en los que las luces se van achicando, me aportan cierto estado de gracia que me permite volar y mirar desde lo alto el maravilloso paisaje que se extiende ante mis ojos. Lejos de perderme en el laberinto, sé que entraré y saldré de él a mi antojo, ayudada por cientos de imágenes y sensaciones que se han ido amontonando, año tras año, en el limbo de mi memoria.
Sí, estoy de cambios. El otoño me ha regalado este año unos nuevos ojos para mirar las cosas desde otro ángulo, una sonrisa en el alma, para que nada me agobie, y la libertad de empezar de nuevo.