Me gusta la Navidad o, mejor dicho, el tiempo navideño. Observo este paréntesis en la rutina y comienzo a percibir los buenos augurios del solsticio. Ya falta menos para que los días comiencen a crecer y, como ser gaseoso que soy (mi elemento es el aire), reconozco pequeños y paulatinos cambios en las alboradas, que orean otros aromas, otros sabores, otros colores.
El Sol regresa a nuestras vidas por estas fechas; quizá por eso lo invocamos sembrando brillos y destellos a nuestro alrededor, a la par que nos entregamos a ritos que hunden sus raíces en tiempos lejanos. No es casual que los cristianos tomaran prestada de los romanos y otros pueblos anteriores la data conmemorativa del nacimiento de su dios hecho hombre y que se le reconozca como “la luz del mundo”. Al fin y al cabo, lo llamemos como lo llamemos, son días en que se celebra el destierro de las tinieblas.
Feliz Navidad a todas y a todos.