Siracusa y Madrid se parecen en algo: sus respectivos cuerpos de bomberos protestan contra sus patronos (es decir, los ayuntamientos de cada villa) y, para hacer visibles sus reivindicaciones, han pintado los camiones con diversos letreros. Allá por donde pasan, la gente no solo se aparta al escuchar las sirenas, sino que también se entera de que son colectivos en lucha.
Me imagino a otros grupos haciendo lo mismo: el profesorado escribiendo sus reclamaciones en la pizarra, en vez de fórmulas y declinaciones; los empleados de correos adhiriendo pegatinas con eslóganes incendiarios en las cartas y paquetes que pasaran por sus manos; los jueces con dorsales encima de sus togas pidiendo más medios materiales y humanos; las empleadas de hogar dibujarían sus demandas en los paños y gamuzas, que obviamente tenderían a la vista de todos... Y yo, a modo de peineta, me colocaré un cartel pidiendo su dimisión.