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1 de septiembre de 2010

Como objetos


El País Semanal tiene una sección dedicada al sexo. En ella se lanza una pregunta y publican las respuestas de lectores y de algún famoso. El domingo pasado (página 83) le tocó a Cayetana Guillén Cuervo el honor de contestar a la siguiente cuestión: ¿Qué experiencia exótica querría tener este verano? A lo que la conocida actriz y presentadora literalmente contesta: “Pues mira, ya que pasamos estas vacaciones en Indonesia, me apunto a una experiencia asiática. Tengo amigos que viven allí que me aseguran que una vez que has probado el sexo con una chica asiática, te cuesta volver a la mujer europea. Y como los chicos indonesios no me gustan especialmente (físicamente, por supuesto, porque de carácter son como para llevártelos a casa), tendremos que probar el rollo bollo. ¡Seguro que mi chico no nos deja solas!”

Huelga decir que me parece estupendo lo que la Sra. Guillén sueñe, evoque o desee y que me importa un bledo lo que haga durante sus vacaciones. Pero cuantas veces leo sus palabras, más se me asemejan a las conversaciones zafias que, en boca de los peores machos, tanto hemos denostado siempre. Me chirrían porque parece que se trata a las mujeres asiáticas como objetos lúbricos nada más, a la altura de un consolador o de una muñeca hinchable. Y me molesta también que, por el tono empleado, se anime a la gente a salir al encuentro de la presa asiática, de esa esclava que deberá satisfacer todas nuestras fantasías.  Yo creía  que esa forma de turismo sólo la practicaba otra clase de personas.