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9 de julio de 2010

Nueve del siete

Ella madrugó mucho más que otros días. Al abrir los ojos, lo primero que sintió fue vértigo y agobio ante la jornada que la esperaba. Iba a estar expuesta a todos sin contemplaciones de ningún tipo y se imaginaba saltando al vacío sin red. Hubiera preferido en ese momento no ser la protagonista o, mejor, aparecer en mitad de todo, como ocurre con muchos personajes principales en las viejas películas americanas. Sí, eso mismo, llegar de la mano de su pareja y soltar de sopetón un “aquí estamos y os presento a...”, como la audaz Joanna de “Adivina quién viene esta noche”. Pero la realidad era otra y, al fin y al cabo, ella lo había querido así. Además, el premio no sería otro que lo que más deseaba del mundo: empezar una nueva etapa con su amor.

Hoy también ha madrugado y lo primero que ha sentido es alegría por reconocer en la almohada al mismo rostro que la acompaña desde ese nueve de julio de hace veintidós años. Solamente por eso, la vida merece la pena.

Felicidades, cariño. Esto es para ti.