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24 de junio de 2010

Año Nuevo


Con el solsticio de verano se cierra un ciclo. La luz empieza a menguar y el estío abre un paréntesis en nuestras vidas. Nunca entendí por qué celebramos la llegada de cada nuevo año en enero, cuando lo lógico sería hacerlo conincidir con las fechas en las que ahora nos encontramos. De hecho, durante la noche de San Juan, la costumbre es quemar y desprendernos de todo aquello que nos resulte pesado, molesto o desagradable, renaciendo más limpios y ligeros. Se trata, en suma, de un rito de purificación.

Para el misticismo y la interpretación hermética de algunos monoteísmos, el 21 de junio está marcado por el agua (S. Juan Bautista), que arrastra los yerbajos y la maleza que nos impiden avanzar. Con él llega el recogimiento (se encogen los días), en paulatina preparación para la crecida de la luz, a partir del solsticio de invierno (las saturnales romanas, nuestra Navidad).


Todos hacemos balances y propósitos cuando llega el verano. Interiormente señalamos esa frontera en el calendario. Por eso os deseo que tengáis un FELIZ AÑO NUEVO.